Vesícula

La vesícula es un órgano que ayuda a digerir las grasas. Cuando forma piedras, puede causar dolor en el abdomen o después de comer.

Vesícula

La vesícula biliar es un pequeño órgano del que rara vez nos acordamos... hasta que da problemas. Si alguna vez te han hablado de piedras en la vesícula, cólicos biliares o has buscado información sobre calculos en la vesicula, este artículo es para ti.

¿Qué es la vesícula biliar y para qué sirve?

La vesícula biliar es uno de esos órganos pequeños a los que normalmente no prestamos atención… hasta que se mete en líos. Pero cumple una función más importante de lo que imaginas, especialmente cuando hablamos de digestión.

Imagina que estás comiendo una hamburguesa bien jugosa con papas fritas. Pues bien, en ese momento, tu vesícula biliar —una bolsita en forma de pera que está justo debajo del hígado, en el lado derecho del abdomen— entra en acción.

¿Y qué hace exactamente? Su trabajo principal es almacenar la bilis, un líquido que fabrica el hígado y que ayuda a digerir las grasas. Cuando comes, especialmente algo grasoso, la vesícula se contrae y envía esa bilis a través de los conductos biliares hacia el intestino delgado. Allí, la bilis se mezcla con los alimentos y ayuda a que el cuerpo absorba lo que necesita.

Sin esa ayuda, la digestión de las grasas sería más lenta y pesada. Así que sí: aunque es pequeña y silenciosa, la vesícula es clave para que no termines con sensación de hinchazón, pesadez o acidez después de comer.

Ahora bien, si algo va mal —como la formación de piedras o una inflamación—, la vesícula puede dar mucha guerra. Pero de eso te hablo en las siguientes secciones.

Cálculos biliares: ¿qué son y por qué aparecen?

Los famosos cálculos biliares —también conocidos como piedras en la vesícula— son mucho más comunes de lo que se piensa. Se trata de pequeñas formaciones sólidas que se forman dentro de la vesícula biliar, a partir de componentes que están presentes en la bilis, como el colesterol, la bilirrubina o las sales biliares.

Piensa en la vesícula como una especie de depósito que guarda bilis para cuando el cuerpo la necesite. Pero a veces, por distintos motivos, esa bilis se concentra demasiado o se desequilibra, y es ahí cuando empiezan a formarse estas piedritas.

¿Y por qué pasa esto? Las causas más comunes incluyen:

  • Dietas altas en grasa y bajas en fibra.
  • El sobrepeso, o incluso perder peso muy rápido.
  • Cambios hormonales durante el embarazo.
  • Factores hereditarios: si tu madre o tu abuela los tuvieron, es más probable que tú también.
  • En algunos casos, incluso el sedentarismo o problemas metabólicos pueden influir.

Además, hay diferentes tipos de cálculos:

  • Los más frecuentes son los cálculos de colesterol, que suelen estar asociados a la dieta.
  • También están los cálculos pigmentarios, más pequeños y oscuros, relacionados con enfermedades del hígado o de la sangre.

El problema aparece cuando uno de estos cálculos se mueve y bloquea el conducto biliar. En ese momento, la vesícula no puede vaciarse bien y se produce lo que se conoce como un cólico biliar: un dolor fuerte, constante, muchas veces acompañado de náuseas o incluso fiebre.

Por eso es tan importante detectar los cálculos a tiempo, incluso si no están causando síntomas. Así se puede evitar que la situación se complique.

¿Cómo saber si tienes problemas en la vesícula?

Muchas personas descubren que tienen problemas en la vesícula cuando empiezan a sentir molestias después de comer, sobre todo comidas grasas o abundantes. Pero, ¿cuáles son exactamente los síntomas más comunes?

Aquí te los explico de forma sencilla:

  • Dolor en la parte superior derecha del abdomen, justo debajo de las costillas. Es el síntoma más típico. A veces ese dolor se irradia hacia la espalda o el hombro derecho, y puede durar desde minutos hasta varias horas.
  • Náuseas o vómitos, especialmente después de comer.
  • Sensación de hinchazón, gases o presión en el abdomen.
  • Un sabor amargo en la boca o acidez, como si la comida “no bajara bien”.
  • Fiebre y malestar general, si hay una inflamación o infección (colecistitis).

También puede suceder que la bilis no fluya bien y termine subiendo al estómago. Esto se conoce como reflujo biliar, y puede provocar síntomas como:

  • Ardor en el pecho o en la boca del estómago.
  • Sensación de llenura constante, aunque comas poco.
  • En algunos casos, molestias al acostarte o incluso dificultad para dormir.

Es importante decir que no todas las personas con piedras en la vesícula presentan síntomas. A veces, los cálculos están ahí pero no molestan… hasta que un día se mueven y bloquean el conducto biliar. Y ahí sí, el dolor puede ser fuerte e inesperado: hablamos de un cólico biliar.

Si reconoces alguno de estos signos o sientes molestias recurrentes tras las comidas, lo mejor es consultar con tu médico. Un simple ultrasonido puede darte muchas respuestas y evitar que el problema se complique.

Diagnóstico y tratamientos

Si sospechas que tienes algún problema en la vesícula, lo primero que hará tu médico es mandarte una ecografía abdominal. Es una prueba sencilla, indolora y muy eficaz para detectar si hay piedras, inflamación o incluso barrobiliar (que es cuando la bilis se vuelve espesa y arenosa).

En algunos casos, si se necesita una imagen más detallada, te pueden pedir otras pruebas como una colangio-RMN o una TAC abdominal, sobre todo si hay sospecha de que un cálculo está bloqueando un conducto biliar.

¿Y cómo se trata?

Depende del caso. Si tienes piedras pero no dan síntomas, el médico puede recomendar solo hacer controles y vigilar. Pero si ya hay dolor o complicaciones, hay varias opciones:

  • Dieta baja en grasas: Es lo primero que se recomienda. Evitar comidas pesadas ayuda a que la vesícula no trabaje de más.
  • Medicamentos para disolver los cálculos: Existen tratamientos orales que pueden ayudar, aunque no funcionan en todos los casos ni con todos los tipos de cálculos.
  • Cirugía (colecistectomía): Cuando las piedras causan dolor repetido o hay riesgo de infección, lo más habitual es extirpar la vesícula. Se hace por laparoscopia (una técnica poco invasiva), y la recuperación suele ser rápida. En casos más complicados, se recurre a cirugía abierta.

No te preocupes: vivir sin vesícula es totalmente posible, y la mayoría de las personas se adapta sin problema. Lo importante es seguir las indicaciones médicas y cuidar la alimentación para evitar molestias digestivas después de la operación.

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